Hombre con nasobuco

Covid-19, la lección de Cuba

Traducido de la edición italiana de la revista Esquire

Por Paolo Mossetti

El inmunólogo Fabrizio Chiodo habla del modelo del país caribeño, olvidado hace un momento que realmente ha vacunado a todos, incluidos los niños.

Es increíble que Cuba, bajo embargo, haya vacunado a sus habitantes en un tiempo récord, mientras el Tercer Mundo sigue esperando la primera dosis, mientras muchos, incluso de izquierda, tienen una actitud ambigua sobre la importancia de la vacuna. Después de un verano pasado en La Habana, es el inmunólogo y experto en tecnología farmacéutica Fabrizio Chiodo, quien se convirtió en un rostro conocido en el debate sobre la pandemia a principios de este año, para explicarnos que algo anda mal. El investigador, treinta y seis, de origen siciliano, era el único italiano en el equipo de vacunas cubano: una tecnología avanzada pero de bajo costo que debería, según sus partidarios, favorecer a las naciones afectadas por la pandemia dejadas a sí mismas por Occidente.

Según Chiodo, el país caribeño ya es una historia de éxito, pero que corre el riesgo de terminar en el olvido. En una época en la que quienes hablan de las vacunas como “aguas residuales” y comparan la campaña de vacunación con el nazi-fascismo se definen como partidarios del tercer milenio, leer análisis mesurados sobre la política sanitaria ajena es cada vez más difícil: el contraste ideológico en los países ricos entre “a favor” y “en contra”, entre los que confían en las restricciones y los intolerantes ha estrangulado durante algún tiempo el debate. Y así cada vez son menos los analistas que tratan con Cuba, que ha logrado obtener, dice Chiodo, “productos biotecnológicos únicos en el mundo.”

Un país bloqueado

No es una historia que comenzó con los mejores auspicios. Habiendo escapado de la primera y dramática ola de Covid el pasado mes de marzo, en la primavera de este año, se encontró la patria de la autosuficiencia económica, explica Chiodo, con “la desafortunada y poco común combinación de una variante Beta, la más capaz de evitar los efectos de la vacunación, seguida inmediatamente después por la variante Delta, la más dramática desde el punto de vista clínico y epidemiológico, sobre todo por su rapidez de multiplicación.” Prácticamente una sola ola de SARS-CoV-2, que ha puesto al sistema de salud de la isla contra las cuerdas, ya golpeado por la escasez de necesidades básicas.

Sin embargo, el invierno pasado, cuando las estrategias de suministro de vacunas de la Comisión Europea parecían parecían estar hundiéndose, muchos en las redes sociales propusieron renunciar a las grandes farmacéuticas y volverse hacia La Habana, abriéndose a la vacuna del pueblo. Sin embargo, La Habana solo comenzó a distribuir sus vacunas hacia fines del verano. Incluso si quisiera pasar a la ficción política, habría sido riesgoso para el gobierno del Movimiento Cinco Estrellas tomar decisiones geopolíticas demasiado excéntricas.

Pero el retraso cubano del que hablamos fue de carácter técnico: “Seguramente sin las sanciones impuestas por Estados Unidos se habrían salvado más vidas porque la campaña de vacunación masiva se habría iniciado antes,” dice Chiodo. Este bloqueo continúa afectando las importaciones, la industria turística y el producto interno de Cuba, condiciona su vida y no da señales de ceder. Ni siquiera después de la salida de la Casa Blanca del visceral anticomunista Donald Trump, reemplazado por el más conciliador Joe Biden.

A pesar de esto, Cuba ha producido no una, sino tres vacunas—Soberana02, SoberanaPlus, y Abdala—y  cinco vacunas candidatas en total. Vacunando, hasta la fecha, el 87 por ciento de su población elegible para la administración con al menos una dosis, el 63 por ciento con un esquema de vacunación completo* y más de un millón de niños ya con dos dosis. En Italia, la mera posibilidad de que los menores tengan que vacunarse ya está dividiendo el campo político.

[*Hoy día mas de 83 por ciento con esquema completo–tr.]

Las vacunas que se usan en Cuba

Aquí, sin embargo, entramos en un campo minado: las vacunas que son las más populares en Italia y las cubanas son diferentes. Chiodo intenta explicarme las principales diferencias en palabras sencillas: “Los primeros, con ARNm o adenovirales, tienen la ventaja de tener una tecnología con un desarrollo más rápido; dan información genética a nuestras células para producir fragmentos del virus (la famosa proteína de pico) contra los cuales nuestro sistema inmunológico desarrollará anticuerpos .” Todos van bajo la etiqueta de “vacunas con material genético” y sí, esta altísima definición lleva a muchos escépticos a creer que Pfizer o Sputnik pueden incluso reescribir irreparablemente nuestro ADN: nada más falso, pero es un argumento que se mantiene firme.

Las vacunas públicas cubanas, por su parte, son de tipo proteico. “Tardan más en desarrollarse, pero en general son más simples de fabricar que las vacunas de ARNm”, dice Chiodo. “Son vacunas estables a temperatura ambiente, de bajo coste, especialmente ideales para pediatría y para esquemas heterólogos. Lo que han sido las vacunas de ARNm para los países ricos, lo serán las vacunas de proteínas para los países pobres y en vías de desarrollo.” En definitiva, una tecnología menos “intrusive,” que podría convencer hasta a los más recalcitrantes, “con la que Cuba llegó mucho antes que gigantes como Sanofi y GlaxoSmithKline, que también han ‘probado’ el desarrollo de vacunas proteicas.”

Una enfermera hace visistas con la vacuna Abdala de Cuba/ A nurse makes the rounds with Cuba's Abdala vaccine.

Los primeros resultados son alentadores: Abdala mostró una eficacia del 92 por ciento contra la variante Delta; Soberana en un 91 por ciento (datos confirmados recientemente con un ensayo clínico de fase 3 llevado a cabo en Irán). Según los escépticos, el hecho de que las vacunas cubanas sigan en cola para la aprobación oficial de la Organización Mundial de la Salud debería suscitar sospechas. Así como las relaciones amistosas, digamos, entre Cuba e Irán, o el hecho de que durante muchos meses la principal fuente de información sobre los productos cubanos fue el diario Granma, el órgano oficial del Partido Comunista. Pero según Chiodo, estos son prejuicios alimentados en parte por las ambigüedades del periodismo:

“Muchos creen que si esta ‘aprobación’ de la OMS no llega, las vacunas no son válidas. Pero no es así. En primer lugar, en lugar de ‘aprobación,’ deberíamos hablar de ‘precalificación,’ basada en datos clínicos y estándares de producción. Por ejemplo, las chinas Sinopharm y Sinovac ya la obtuvieron: son las vacunas más ampliamente administradas en el mundo, pero la EMA y la FDA de los EEUU tienen estándares de producción aún más altos que la OMS, y están tardando en aprobar. Además, la entidad reguladora cubana, CECMED, es una entidad reconocida por la OMS e inspeccionada periódicamente.”

Los resultados, dice Chiodo, deberían estar ahí para que todos los vean, “gracias a las vacunas y las reglas de distanciamiento, los casos han disminuido drásticamente. En Cuba hemos pasado de unos 10 mil casos y un 24,5 por ciento de pruebas positivas al día a principios de agosto a algo más de 700 casos y un 2,9 por ciento de pruebas positivas en la actualidad.”

Porque ya no hablamos de Cuba

Hace un año, cuando la UE parecía estar rezagada en la producción y compra de dosis de vacunas, Cuba era el modelo al que muchos miraron en su busqueda de una alternativa a la narrativa dominante. Nadie hablaba del “suero asesino” y los “efectos secundarios”: la línea populista era, en todo caso, centrarse en la independencia productiva y el nacionalismo del acaparamiento [de vacunas por los países ricos]. Después de todo, muchos expertos respetables nos explicaron que las vacunas podrían garantizar una inmunización duradera, incluso con una sola dosis. El monstruo ‘no-vax’ aún no había sido convocado. La impresión fue que una cobertura de vacunación del 60, 70 por ciento podría ser suficiente y que una proporción esperada de personas recalcitrantes sería tolerable.

Luego, cuando llegaron las vacunas, y en las inundaciones, y con ellas también los efectos secundarios, aunque muy limitados, y las draconianas medidas para administrarlas (como la obligación por categorías o el certificado verde) el argumento de la escasez se volvió inutilizable para los escépticos. Ya sea por la fuerza del gobierno, o por la propensión de quienes se oponían al sistema a creerle a algún filósofo en la televisión, la vacuna no solo ha sido politizada, sino hiperpolitizada, lo que lleva a algunos segmentos sociales a dividirse de manera inflexible en su efectividad, sobre los sectores que fueron inoculados, sobre el daño real o presunto causado, y sobre el tipo de sociedad presagiada por las vacunaciones.

Mientras tanto, Cuba ha tenido que enfrentar otros temas críticos bien conocidos: la protesta de los ciudadanos que, como también relata la revista socialista estadounidense Jacobin, tomaron las calles para protestar por la falta de bienes primarios y medicamentos genéricos, y la abolición del peso convertible, que ha encarecido mucho a las empresas estatales la importación de productos del exterior. Afuera, Cuba ha caído en el olvido.

Cómo Cuba ha vacunado a todos

A Fabrizio Chiodo no le gusta hablar de sí mismo ni ser transformado en personalidad. Sin embargo, quisiera volver a hablar de Cuba, que “ha demostrado al mundo, especialmente a los países pobres y a los que no están contentos de haber desmantelado algunos sectores clave de la industria pública, que la biotecnología estatal no solo es posible, sino que es la única alternativa válida para evitar las desigualdades que este sistema económico necesita para mantenerse en pie.” La vergüenza, dice, es que hoy en día solo el tres por ciento de las dosis de las vacunas contra el SARS-CoV-2 se han administrado en los países más pobres, donde la pandemia está golpeando con fuerza. “Cuanto antes nos vacunemos todos, antes saldremos de esta pandemia y antes dejamos de enriquecer a las grandes farmacéuticas con terapias, hospitalizaciones y vacunas ‘actualizadas’. Para el futuro, como terceras dosis y para pediatría, los productos cubanos son óptimos.”

En septiembre, Cuba anunció una campaña para vacunar a todos los niños mayores de dos años como estrategia para reabrir todo lo antes posible. “Los niños, además de enfermarse gravemente, y tener resaca por Covid-19, serán el próximo objetivo del virus (no estar vacunados) y son un portador fundamental que permite que el virus siga circulando,” dice Chiodo, dirigiéndose a los padres a quienes le piden al gobierno mundial de la salud que metafóricamente mantenga sus manos fuera de los pequeños.

La historia de Cuba es significativa en cómo los mitos y puntos de referencia, incluidos los ideológicos, de millones de personas han sido destrozados por la pandemia, pasando de un frente a otro según la apuesta política o el riesgo percibido en ese momento. Así, visiones radicalmente diferentes de cuál debería ser el papel del Estado, los intelectuales y la comunicación pública chocan, incluso en grupos de amigos y conocidos que alguna vez fueron homogéneos. Para algunos, las utopías estatistas se han convertido en distopías, para otros, la “libertad de elección” se ha convertido en sinónimo de excentricidad o egoísmo.

Si en Europa la imposición de pases de vacunación va acompañada de formas más o menos autoritarias de discriminación para quienes no cumplen, el gobierno Cubano—que tampoco es famoso por su pluralismo o transparencia en la toma de decisions—parece haber logrado inyectar la vacuna sin demasiada resistencia. ¿Ayudaron los métodos contundentes? Chiodo no va demasiado lejos en este aspecto, pero asegura que “durante años Cuba se ha enfocado en un altísimo nivel de educación pública. Esto significa que esencialmente los ‘no vaxeros’ estaban ausentes; al contrario, la gente haría papeles falsos para participar en ensayos clínicos.”

Hombre llevando nasobuco conduce coche restaurado de los años 1950

A finales de noviembre se llevó a cabo un proyecto en colaboración entre el Hospital Amedeo di Savoia (Turín), el Instituto Finlay de Vacunas de La Habana y la agencia italiana de Intercambio Cultural y Económico con Cuba. Se buscaron voluntarios para un estudio clínico observacional utilizando SoberanaPlus en convalecientes y como refuerzo en vacunados. Hubo decenas de italianos, no exclusivamente fanáticos del Che, persuadidos por la utilidad del intercambio, o incluso simplemente impacientes por pasar un invierno diferente al habitual y tener una historia que contar a los escépticos.

 

 

 

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